Anónimo / Fernando de Rojas.
(Edición crítica y estudios)
TOMO I: La Celestina y su autoría. (XIV, 1-235 págs.)
TOMO II: Edición crítica. (XXIV, 236-854 págs.)
TOMO III: Floresta celestinesca. (XXIV, 855-1677 págs.)
Ed. Fernando Cantalapiedra Erostarbe.
2000, xi, 235; xxiii, 237-853; xvi, 855-1720 pp. Hardcover
Reichenberger, col. Ediciones críticas 102/104.
ISBN: 978-3-931887-71-1
La edición crítica de La TragiComedia de Calisto y Melibea, a cargo de Fernando Cantalapiedra, es sin duda alguna la más completa de todas las ediciones hasta ahora publicadas. Es la única en recoger las glosas del Comentador anónimo de La Celestina y las confronta además con los textos de los críticos modernos; es también la primera edición que presenta, conjuntamente a su ascendencia, su propia descendencia literaria: La segunda Celestina, La tercera Celestina, la Hija de Celestina, la Lozana andaluza...
Recupera el carácter anónimo de la primera edición, con los añadidos de la tragicomedia gráficamente bien diferenciados del texto de la Comedia. A fin de facilitar la búsqueda de pasajes textuales el texto de La Celestina está numerado en versículos, siguiendo el modelo de Miguel Marciales.
El aparato crítico de la edición de Fernando Cantalapiedra contiene más de mil setecientas notas, organizadas según el esquema siguiente: a) variantes textuales, b) concordancias internas, c) textos literarios, anteriores y posteriores, d) las explicaciones léxicas de los diccionarios, Covarrubias, Autoridades..., e) comentarios de los críticos, y f) las propias observaciones del editor. Todos los textos citados siguen un orden cronológico y van encabezados en letras versalitas por su emisor, lo cual otorga a la edición un carácter fuertemente dialógico.
El tercer volumen, la Floresta celestinesca, consta de unas setecientas páginas repartidas en cinco diccionarios: refranes (536), dichos y frases proverbiales (578), sentencias (295), personajes históricos, literarios o mitológicos (125), y la botica de la Vieja (119); contiene alrededor de mil seiscientas cincuenta entradas en las que se sigue el mismo esquema organizativo que en las notas de la edición crítica, y en donde se precisa el versículo y el personaje que pronuncia la frase. Su clasificación temática y alfabética, la infinidad de textos citados, incluyendo las paremias empleadas por los sefardíes de hoy en día, hacen de esta Floresta un útil de consulta imprescindible para los hispanistas.
RESEÑAS:
- Dorothy S. Severin (University of Liverpool), en Bulletin of Hispanic Studies, vol. 79, number 4, 2002, p. 565.
- Héctor Brioso Santos (Universidad de Alcalá), “Apuntes celestinesos (1). Una edición moderna de La Celestina”, en: Teatro. Revista de estudios teatrales, nş 19, 2004, Diciembre, pp. 289-310.
- Francisco Torres Monreal (Universidad de Murcia), en Celestinesca, 29, 2005, Mayo, pp. 263-268.
- De la presente edición, elaborada
con saber y tenacidad de orfebre por Fernando Cantalapiedra Erostarbe
(en adelante FCE), llama la atención su extensión, más de 1700 págs., y
su esmerada y cuidada presentación en tres tomos; rasgos que muestran
una vez más el afecto, cariño y tesón que manifiestan Roswitha y Kurt
Reichenberger a la hora de editar los títulos de sus colecciones. En el
título de la edición, FCE muestra ya claramente cuáles son sus
intenciones. Por un lado, recupera la doble autoría —Anónimo / Fernado
de Rojas—, y, por otro, las dos versiones de la obra —la comedia de 16
actos frente a la tragedia de 21 (22) actos. En el primer tomo, «La
Celestina» y su autoría, justifica la doble autoría; y para ello
sacrifica los clásicos prólogos —no hay, pues, ni resumen ni
interpretación de la obra, ni estudio histórico, ni esbozo siquiera
sobre los personajes, el espacio, los conflictos narrativos o sociales,
nada sobre el estilo, la recepción de la obra, etc.— Todo esto puede
resultar extraño, particularmente cuando nos consta que FCE ya dedicó
una tesis doctoral, un libro y algunos artículos, al estudio de todo lo
que acabo de mencionar. Este sacrificio intencionado le permite centrar
su trabajo en un solo punto, el de su teoría sobre la autoría de La
Celestina; teoría que FCE había simplemente esbozado en varias
ocasiones, desde 1978 hasta nuestros días, siempre de pasada y sin
atreverse a levantar demasiado la voz. Según FCE, alguien, Fernando de
Rojas o quien fuere, encontró los doce primeros actos de la Comedia, y
añadió el resto (incluso la primera
escena del huerto, el final del acto Xii —soliloquio de Celestina— la
primera aparición de Pleberio, xii, 58-59, e innumerables adicciones
primeras y segundas), transformando lo que era una comedia (la tristeza
de Calisto transformada en felicidad) en una tragedia (la felicidad
convertida en muerte), y posteriormente en una tragicomedia (Tratado de
Centurio y auto de Traso). En esta dificilísima aventura, FCE se hace
acompañar por dos ilustres especiliastas de LC; en la primera parte (pp.
1-76) toma como guía el libro de Emilio de Miguel Martínez, La
Celestina de Fernando de Rojas, en donde se defiende la autoría única
para toda la obra; su norte en la segunda parte (pp. 77-134) es el libro
de James R. Stamm, La estructura de La Celestina, quien sostiene la
autoría de tres o cuatro autores. Se establece así un interesantísimo
debate a tres bandas (más bien de dos en dos), en el cual, a la hora de
interpretar los pasajes aducidos por ambos profesores, FCE —que suele
añadir siempre que es posible nuevos ejemplos concordantes con los
anteriores— nos recuerda que «la redundancia es la memoria genética de
la creación literaria, es la que sostiene el edificio discursivo; pero
hay maneras y maneras de reiterar» (pág. 8). Hay que distinguir la
redundancia propia del primitivo edificio textual de la simple imitación
de la pluma ajena, ya sea en adiciones primeras o en adiciones
impresas, lo cual no es nada fácil en caso de LC. Citaré un caso. A los
siete ejemplos que cita de Miguel sobre el llanto, FCE añade otros diez
similares (pp. 22-23); y lo que debiera ser un suplemento de prueba a
favor de la autoría única se desmorona en el análisis consiguiente (pp.
23-24) en el que se muestra que unos están copiados, otros tomados del
Index de Petrarca, otros son de tono paródico; y que todos ellos se
distribuyen en dos grupos semánticos: a) «i-xii: lloro, llorar,
enternecer los ojos, lágrimas derramar, no llores, lloras de tristeza,
lloro de plazer. b) xiii-xxi: rasgues, meses, gemidos, bozes altas,
congoxas, hieres, meses, rascuñes, maltrates…» Para James R. Stamm el
primer acto es anónimo, pero reconoce, sin embar go, que «este segundo
acto traba una relación estrecha con el Auto» (pág. 83). Tan estrecha es
la relación que FCE cita a continuación 143 puntos de cohesión—con
varias citas en cada uno de ellos— entre el primer acto y los once
siguientes (pp. 79-96). Y dado que para el profesor Stamm el Tratado
puede ser de una tercera pluma, FCE nos muestra la cohesión interna de
los nueve últimos actos (27 elementos de cohesión para el xivT, 35 par
el xvT, 21 para el xviT, 12 para el xviiT, 12 para el xviiiT, 44 para el
xixT, sin contar las simples copias y los pasajes parodiados, que
también cita, de la primera parte de la obra; esto es, no omite nunca
los ejemplos que pudieran parecer contrarios a sus tesis. Este primer
tomo es el menos voluminoso de los tres, pero tengo la impresión de que
el lector lo juzgará, por el asunto tratado, como el más intenso. El tomo se
cierra con una serie práctica e interesantísima de listados organizados
alfabéticamente y por actos (pp. 135-209): a) de nombres propios, b) de
refranes, c) de sentencias, d) de sentencias tomadas de la obra de
Petrarca, y e) de sentencias tomadas directamente del Index del mismo
autor. El segundo tomo presenta la edición crítica de la obra con las
siguientes particularidades. FCE sitúa en primer lugar los 16 actos de
la Comedia, a continuación el Tratado de Centurio, y después el Auto de
Traso. En la primitiva Comedia señala minuciosamente los añadidos
posteriores, las llamadas adiciones segundas o impresas, en letra
cursiva y en párrafos aparte y sangrados, lo cual facilita la doble
lectura de la obra, en tanto que Comedia de 16 actos y en tanto que
Tragedia de 21 (22) actos. FCE nos ofrece asimismo los grabados de La
Celestina respetando el lugar que ocupan en sus primeras ediciones. Cada
acto contiene los grabados de cuatro ediciones: tras el argumento de
cada auto aparece el grabado de la edición de base, Valencia 1514, y en
la página siguiente los otros tres, Burgos 1490, Sevilla 1502 [1518], y
Toledo 1538. El final del acto xii lleva tres planchas fijas (Valencia,
1514; Sevilla, 1502 [1518]; y Toledo, 1538). Los actos xiii y xiv llevan
detrás del argumento cinco grabados, puesto que la edición de Toledo
lleva dos; los actos del Tratado, xvt al xixt llevan tres en el mismo
lugar, y este último se cierra, al igual que el xii, con otras tres
planchas fijas. FCE respeta el texto de los distintos momentos
editoriales, rechazando la idea de establecer un utópico texto
definitivo, y presenta como texto base la edición de Valencia de 1514,
con sus correspondientes lecciones y variantes textuales —incluyendo
todas las variantes del manuscrito, recientemente encontrado, Celestina
de Palacio—. Pero, puesto que separa la Comedia de la Tragedia, quizá
hubiese sido más interesante utilizar la edición de Burgos (1499) como
texto base de la primera, y la de Zaragoza (1507) o la de Valencia como
texto de la segunda obra. La edición divide el texto en versículos; FCE
sigue en esto a Miguel Marciales, (por ejemplo, acto vii, pasajes del 1
al 56), lo que permite encontrar las citas con cierta facilidad, aunque
nos advierte en la Nota previa que «esta partición dista mucho de ser
perfecta, pero no es conveniente establecer nuevas numeraciones» (pág.
xi). Creo que es la primera edición que divide los largos parlamentos en
párrafos, facilitando así su lectura y comprensión. FCE señala los
refranes en el propio corpus con comillas simples y las sentencias con
un asterisco; todo este material, más los dichos y frases, los
ingredientes de la botica de la Vieja y los nombres propios, lo anota en
el tercer tomo. Las notas de la edición crítica son abundantísimas —422
para el primer acto, 293 en el acto vii, 319 en el xii— y generosas en
su amplitud —por ejemplo, en las páginas 288 y 289 aparecen una y dos
líneas de una réplica de Sempronio y el resto lo ocupa el texto de las
notas— ; el sistema de anotación tanto para el segundo como para el tercer volumen, obedece al
siguiente esquema: a) variantes textuales, b) relaciones del pasaje
anotado con otros de la obra, c) notas lexicales (diccionarios), d) ecos
transtextuales —anteriores y posteriores a La Celestina—, e)
comentarios y notas de la crítica especializada, f) sus propias
apreciaciones. En un primer momento, el estilo de anotación quizá
resulte extraño, pues es ajeno a las normas en uso; sin embargo,
inmediatamente se observan las ventajas de colocar en primer lugar y en
letra versalita el nombre del autor o de la obra citada a continuación,
lo cual nos permite saber, antes de leerla, si se trata de una nota
léxica, crítica o literaria, y seguir por ende el rastro de un autor o
de una obra. Aunque a veces las glosas de FCE, al no figurar su nombre
ni marca distintiva alguna, pueden confundirse con las del autor citado
en el párrafo anterior, por ejemplo en las notas 115 de la pág. 293, y
en la 254 de la página 501. Tanto en el segundo como en el tercero hay
infinidad de ejemplos literarios; FCE recoge, por citar un ejemplo, las
Celestinas posteriores, no todas, lo que ya es de por sí otra novedad
editorial, en el sentido de considerar tanto la hipotextualidad, como es
tradición filológica, como la hipertextualidad, la ascendencia y la
descendencia literarias, no sólo en el sentido estricto de dependencia
sino también en el de fondo cultural común. Señala asimismo lo que
pueden ser añadidos anteriores a la primera edición conocida, citando de
nuevo el pasaje sin el texto agregado, de tal modo que el lector tenga
ante sus ojos las dos versiones y pueda juzgar en cada momento si la
hipótesis le parece plausible o no. No terminan aquí las primicias, pues
FCE incorpora a su magna edición todas y cada una de
las innumerables glosas (total o parcialmente, pero siempre lo
fundamental) a La Celestina realizadas por un Comentador anónimo del
siglo xvi (ms. 17.631 de la BN), y acto seguido citas de otros críticos
modernos por estricto orden cronológico, ofreciendo así al lector y al
investigador el estado actual de la cuestión crítica, aunque la
información se repita. Por citar un ejemplo, de este modo, y por primera
vez, el lector y el investigador observan, directamente, la enorme
deuda contraída por Castro Guisasola, y prácticamente no reconocida,
con el Comentador anónimo de La Celestina. También cabe destacar la
incorporación a la edición de los ejemplos de LC citados por el
diccionario de Autoridades, La Celestina como autoridad de la lengua
española, así como las relaciones existentes entre las paremias de la
obra editada y los refranes que aún utilizan los judíos sefardíes. Otro
detalle importantísimo para los investigadores: en los tomos ii y iii,
FCE relaciona constantemente el pasaje anotado con otros de la obra, estableciendo a cada paso una tupida red de relaciones internas, tanto
discursivas como narrativas. Baste un ejemplo: Texto: Celestina.— (ix,
9) […] que están aquí dos hombres que me quieren forçar. Nota 31 a pie
de página: Cf. vi, 37: sí, sí, porque no fuercen a la niña [Pármeno se
refiere a Celestina]; vii, 103: no he temor que me fuercen en la calle
[Celestina se lo dice a Pármeno]. Y en los pasajes vi, 37 y vii, 103 se
anotan las mismas interrelaciones. Originalísima y sumamente práctica es
la organización del monumental tercer tomo, Floresta celestinesca, en
cinco diccionarios: a) El refranero celestinesco (pp. 855-1144 con 542
entradas); b) los dichos y frases proverbiales (pp. 1145-1336, con 578
entradas); c) el florilegio de sentencias (pp. 1337-1488 con 294
entradas); d) los exempla de personajes literarios, históricos y
mitológicos (pp.1489-1550 con 125 entradas); e) la botica de la vieja
(pp. 1551-1616 con 130 entradas). Esto representa un total de 1669
entradas. Tras las paremias, en negrita, FCE indica los conectores:
/assí que, /lo que se dice que, /pues, /porque, /Entonces acertarán,
quando…; indicando en la línea siguiente la referencia al pasaje y al
nombre del personaje que pronuncia la paremia, y distinguiendo en todo
momento entre paremias pertenecientes a la Comedia y las que dependen de
las interpolaciones impresas en la Tragicomedia. FCE utiliza en la
Floresta el mismo esquema de notas que en la edición crítica, salvo que
ahora las notas se transforman en texto normal. De tal modo que, por
citar un ejemplo, la sentencia añadida «Aquel es rico que está bien con
Dios...» ocupa las páginas 1345-1347 y ofrece citas de Vita Christi,
Desprecio de Fortuna, Silva de varia lección, Seniloquium, Correas, De
Refranes, Comentador, Cejador, Castro-Guisasola, Deyermond y Severin.
Dado que existe una cierta oscilación entre frases proverbiales,
refranes y sentencias, quizá, no estoy muy seguro de ello, la fusión de
estos tres diccionarios en uno hubiese facilitado aún más las consultas;
claro que entonces FCE tendría que haber señalado en cada una de las
entradas el tipo de paremia. Por si todo ello no bastara, FCE nos
brinda, además, una serie de utilísimos listados alfabéticos de las
paremias utilizadas en la Comedia y en la Tragicomedia (pp. 1617-1679):
a-b) los refranes, c-d) los dichos y frases, e-f) las sentencias, g-h)
los exempla, i-j) los ingredientes de la Botica. En la lista de dichos
encontramos, por citar un caso, «Lo de tu abuela con el ximio, hablilla
fue?» que nos remite a la pág. 1250; y en ella encontramos pasajes de
Flores Curiosas (donde se narran las relaciones sexuales de una mujer
con un simio), Autoridades (con una cita del Quijote, ii, ii: ‘Tal
piensa que adora un ángel, y viene a adorar un ximio’) y Marciales
(ximio = hombre negro, cuco, cuclillo = cornudo ...), mientras que FCE
nos recuerda el refrán, coincidente con el de Miguel de Cervantes, ‘Ni
por casa ni por viña, no tomes muger ximia (o mezquina)’. De este modo,
FCE ofrece datos que apuntan en direcciones distintas (animal / moral),
y, aunque no lo diga explícitamente, se inclina por la segunda opción.
Algo similar acontece con la segunda parte de la réplica de Sempronio
‘testigo es el cuchillo de tu abuelo’ (págs. 1317 y 1318), en cuya
entrada nos brinda ejemplos de la lectura ‘cuchillo’ (Milagros de
Nuestra Señora, Quevedo, Correas, Autoridades, Maxime Chévalier) y de su
posible sustituto ‘cuclillo’ (Proverbios glosados, Covarrubias,
Correas, Floresta Española). En la lista de los Exempla de la
Tragicomedia encontramos junto a los nombres clásicos, el de Molléjar el
ortelano (añadido al pasaje xii, 52), que nos remite a la pág. 1526, y
en cuya entrada se citan textos de Segunda Celestina, Refranero de
Espinosa, Correas, Covarrubias, Autoridades, M. Bataillon, Gilman y
Severin; en este caso, FCE rechaza la interpretación de los tres
últimos, un recuerdo autobiográfico de Rojas, y lo entronca, a la luz de
los textos citados, en la línea paródica del Tratado de Centurio,
«Mesonero / Mollejas: ‘ladronzuelo / holgazán, cobardica’». En el
diccionario La botica de la vieja encontramos dos páginas (15661567)
dedicadas al famosísimo y diabólico ‘azeyte serpentino’. FCE demuestra
que de diabólico no tiene nada, que era un aceite que se recetaba contra
la ictericia, se vendía legalmente en las farmacias, y se confecionaba
simplemente con lombrices; lo que indica que Celestina actúa como
curandera y no como hechicera. En la misma línea interpreta ‘la sangre
de murciélago’ y ‘ala de drago’ (págs. 1608-1609), pues propone la
lectura ‘sangre de drago’ y ‘ala de murciélago’; la primera con el
sentido de ‘bermellón’, y de planta medicinal utilizada en la edad media
como cicatrizante, para fortificar las encías, y en curas de
rejuvenecimiento y belleza; y la segunda, con el sentido de ‘burla y
mentira’. A pesar de algunas inevitables erratas, a pesar de no haber
contado el autor ni el editor con ninguna ayuda económica ni de ningún
otro orden, estamos ante una edición monumental y pionera, en muchos
aspectos, donde se aúna el rigor científico con la elegancia en la
presentación de la obra, y lo cómodo de su lectura con la facilidad de
la búsqueda de datos; lo que convierte a esta magna edición del V
Centenario en una eficaz herramienta de trabajo para los investigadores
de la obra. Francisco Torres Monreal
Universidad de Murcia